El tacto errante
Ahora que se han acallado todos los ruidos. Que no hay interferencias, ni discursos, ni explicaciones. Ahora que sólo puedo escuchar mi cuerpo. Ahora que me invade la realidad. Cuando todo ha cesado... mi sangre hierve buscando tu olor, tu presencia, tu piel. Y es tu piel, con su tersura y su aroma, lo que me resulta dolorosamente imprescindible. Como algo animal, esencial, ancestral. La furia me invade cuando necesito sentirla. La tristeza me atenaza porque ya tu olor no me arropa.
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