viernes, 3 de abril de 2020
Equilibrista
La línea del lapso
subraya las palabras
del destino inmediato,
agitando ese espacio que queda
después de ordenar
en aleatoria armonía cristalina
los trozos de la sábana
de tus miedos.
Despacio, las orugas del recuerdo
danzando sin pausa
te traen cosquillas de anhelo
de ulteriores caminos sin bancos.
Y un ovillo de dolor
golpea el vientre
rasgado del deseo:
y se hace horror
la espuma del sueño.
Duele la quebrada franja de tus días
que con terco desprecio
la estaban cavando.
No más delicias ni días claros.
En perfume acarrea
el aire cerrado
las gotas gastadas
de la enredadera de tu pecho.
De palabras que juegan
como verdades
y esconden, con rabia, la cara
avestruces de duelo mojado.
Temblando y trenzando
heridas abiertas
sin cauterizar
te estrujan las cuerdas
del umami que respiras.
Dormida por fuera
y sangrando por dentro
transita la espera
de tu incertidumbre.
Me atas con lazos de hielo,
finos y quebradizos
al menor temblor.
Se desdibuja
la alegría de tu tregua
que se rebela veneno sonrosado.
Y te deja tendida
sobre el suelo
sin ganas ya
ni de apagar el fuego.
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