lunes, 4 de agosto de 2014

De sal y doctrinas


El mar.

Agua acre de reminiscencias
de septiembres en chanclas,
como días de baile
envueltos para regalo.

El efluvio del mar.


Aroma que hornea espumoso
los sueños que brotan
entre ramas del tiempo.

El son del mar.


Zumbido gutural de olas
sonoros vestigios
que recorren insaciables
la superficie de la tierra,
como estrías de vida.

El confín del mar.


Horizonte interminable
como algunas veces,
regusto a infinitud
y lunares de nostalgia.

El vacío del mar.


La nada grandiosa
el viento envolviendo mi cuerpo
el sol oceánico
deslizándose en axiomas.


El poder del mar.


Ese todo interior
los repliegues de roces,
las sutiles imperfecciones,
los gusanos que habitan,
las ideas suaves que basculan,
celebrando la vida
al esfumarse fugaces.

El mar a mi lado.
Como el abrazo de una madre.


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